Te voy a dejar aquí un pequeño fragmento de un artículo que escribí hace un tiempo para la web de Badoo, aplicación de citas mundialmente conocida, en la que resumo perfectamente lo que implica tener pululando en nuestro inconsciente este mito:
«La media naranja, el príncipe azul... ¿Quién no ha oído
alguna vez hablar de estos mitos? Hoy yo los aborrezco. Pero hubo un día en que
me los creí, y me los creí firmemente porque nadie vino a explicarme lo
contrario. Nadie me contó que no había ningún príncipe azul esperando ahí fuera
para encontrarme y rescatarme de todas mis movidas. Nadie me dijo que la vida
no es una peli en la que chica conoce a chico, comparten las palabras exactas y
mágicamente, tras una serie de desventuras, ella descubre que es el amor de su
vida y que además este sentimiento es correspondido. Nadie cuestionó o
deconstruyó nunca la idea del amor romántico. Al contrario, impregnaba todas
las películas, series y libros. Era el ejemplo de relación perfecta e ideal. Y
tan ideal; pobre de aquel o aquella que quisiera hacer realidad lo ideal, la
dependencia emocional terminaría llamando a su puerta. Como me pasó a mí.
Bajo el influjo de todas las mentiras
con las que crecí, me adentré en el mundo de las relaciones de pareja. Quería ser
alguien perfecto que quiere encontrar a la persona perfecta y que todo saliera
perfecto. ¿Expectativas altas? Para nada, era lo que veía alrededor, lo normal.
¿Presión? Un poco, he de confesar. Cada cita era LA CITA. Ya me entendéis.
Sentía que no había espacio para el fracaso […], que tenía que encontrar a esa
persona única y maravillosa, a ese príncipe azul inexistente que adivinara mis
pensamientos e hiciera en cada momento lo que yo esperaba que hiciera. Claro,
así todo salía siempre mal».
Así que príncipe azul, también conocido como «la persona
perfecta» en cualquiera de sus sexos o géneros, no existe. Todos tenemos
nuestros defectos y virtudes.